Cómo ética general de las profesiones, primeramente debemos entender que un profesional no es profesional en sí mismo si no hay otros profesionales que ejerzan el mismo rol. El vínculo que une a los profesionales es pertenecer a un cuerpo o colectivo de profesionales. La relación de los profesionales con los colegas de profesión esta muy marcada por el sentido de pertenencia compartida a un cuerpo, a un colectivo especializado en llevar a cabo determinadas actividades y servicios.
Para llevar a cabo este servicio el profesional necesita ser competente y ser experto, pero el primer concepto empieza siendo el conjunto de conocimientos y destrezas que debe adquirir y tener el profesional que con el tiempo se vuelve en expertez.
En este sentido, la competencia profesional pasa a ser un ámbito jurisdiccional sobre determinadas actividades humanas.
Al ser competente y pertenecer al un colectivo profesional no es mera cuestión de adquirir conocimientos y habilidades, es a la vez un proceso de socialización, que se lleva a cabo con los del mismo cuerpo de conocimientos y con los de fuera.
Por otro lado, cada profesión busca el monopolio del ejercicio profesional. La culminación del proceso de profesionalización se alcanza cuando llega a consolidarse el monopolio sobre un campo de las actividades ocupacionales que solo compete a quienes deben llevarlas a cabo.
Los profesionales deben y suelen colaborar en establecer e ir mejorando los baremos de excelencia en el ejercicio de la propia profesión, de ir resolviendo los nuevos problemas que se le van presentando y aprovechando continuamente las oportunidades que se ofrecen en las nuevas condiciones sociales y tecnológicas.
Este sistema de competencias adquiridas por los profesionales puede llevar a la envidia y malas practicas por otros profesionales, colaboración por intereses y solidaridad mal entendida, es por esto que la prevalencia de bienes intrínsecos y de estatus propicia un sistema de relaciones competitivas y potencialmente conflictivas entre los miembros de una misma profesión.
Es por esto último, que el código deontológico suele hablar mucho de las relaciones de los profesionales entre sí y con los otros. Habla en primer lugar de la competencia profesional, por tanto se refiere a que los profesionales deben ser competentes y responsables en la prestación del servicio profesional para el que están facultados, como en la defensa del ámbito de competencias de la propia profesión frente al intrusismo.
También suele aludirse en los códigos el tipo de relaciones de ayuda mutua entre los profesionales, sobre todo en situaciones carenciales de familia.
Siempre estamos en constante cambio en el ámbito laboral, ya sea en el área gubernamentales o privadas, modificaciones a nivel de personal, estructural, jerárquico entre otras, pero las relaciones interpersonales es lo que le da la máxima importancia a la funcionalidad de una organización.
Para llevar a cabo este servicio el profesional necesita ser competente y ser experto, pero el primer concepto empieza siendo el conjunto de conocimientos y destrezas que debe adquirir y tener el profesional que con el tiempo se vuelve en expertez.
En este sentido, la competencia profesional pasa a ser un ámbito jurisdiccional sobre determinadas actividades humanas.
Al ser competente y pertenecer al un colectivo profesional no es mera cuestión de adquirir conocimientos y habilidades, es a la vez un proceso de socialización, que se lleva a cabo con los del mismo cuerpo de conocimientos y con los de fuera.
Por otro lado, cada profesión busca el monopolio del ejercicio profesional. La culminación del proceso de profesionalización se alcanza cuando llega a consolidarse el monopolio sobre un campo de las actividades ocupacionales que solo compete a quienes deben llevarlas a cabo.
Los profesionales deben y suelen colaborar en establecer e ir mejorando los baremos de excelencia en el ejercicio de la propia profesión, de ir resolviendo los nuevos problemas que se le van presentando y aprovechando continuamente las oportunidades que se ofrecen en las nuevas condiciones sociales y tecnológicas.
Este sistema de competencias adquiridas por los profesionales puede llevar a la envidia y malas practicas por otros profesionales, colaboración por intereses y solidaridad mal entendida, es por esto que la prevalencia de bienes intrínsecos y de estatus propicia un sistema de relaciones competitivas y potencialmente conflictivas entre los miembros de una misma profesión.
Es por esto último, que el código deontológico suele hablar mucho de las relaciones de los profesionales entre sí y con los otros. Habla en primer lugar de la competencia profesional, por tanto se refiere a que los profesionales deben ser competentes y responsables en la prestación del servicio profesional para el que están facultados, como en la defensa del ámbito de competencias de la propia profesión frente al intrusismo.
También suele aludirse en los códigos el tipo de relaciones de ayuda mutua entre los profesionales, sobre todo en situaciones carenciales de familia.
Siempre estamos en constante cambio en el ámbito laboral, ya sea en el área gubernamentales o privadas, modificaciones a nivel de personal, estructural, jerárquico entre otras, pero las relaciones interpersonales es lo que le da la máxima importancia a la funcionalidad de una organización.
El profesional como jefe de otros
profesionales debe tener como base el mando positivo, tome decisiones, coordine
y organice el conjunto. Cabe destacar que un buen jefe no puede dejar
decisiones a la improvisación y a la coordinación espontanea. Un buen rol de los lideres es ser capaz de
ser consiente sobre sus habilidades laborales y al mismo tiempo sus debilidades
profesionales, para poder ir modelando las funciones de los trabajadores,
siendo un buen gestor.
Un buen profesional sabe lo que trae
entre manos, lo que está en jugo en una institución, pero los profesionales
encerrados en su propia perspectiva, corren peligro de caer en el
corporativismo y en la dictadura.
Finalmente los profesionales que
acceden a un puesto de poder y de gestión deben aprender a integrar la propia
perspectiva en un horizonte de construcción a la vida buena de todos en los que
tiene cabida, debe hacerse también acogedor de las diferentes contribuciones de
otros colectivos profesionales mediante asesoramiento. Ese es el horizonte de
integración que busca la ética, sin pretender nunca reclamar haberlo alcanzado
debidamente.